Thomson, en un artículo extremadamente interesante sobre los Koko Ya'o y tribus vecinas de la costa este de la Península del Cabo York,* afirma que tales tribus conocían la paternidad fisiológica, considerando al niño como un producto del fluido seminal del padre mientras que se creía que la madre era «nada».
Parece que Thomson estuvo bajo la impresión de que tales descubrimientos eran solo válidos para cualquier tribu australiana, pero ya en tiempos tan lejanos como el año 1893, B. H. Purcell, refiriéndose a los Workii, tribu que vivía no muy distante del noreste de las poblaciones del Cabo York, hizo saber la existencia de creencias sobre las virtudes del fluido seminal. Así, escribía en relación con la ceremonia Bora:
Después de la tercera iniciación en esta destacada ceremonia se le hace beber al joven el semen tomado de seis o de tantos adolescentes puros como haya en el campamento en el lugar del Bora. No se admiten otros púberes en las ceremonias. Hacen exactamente lo mismo cuando un viejo está muriéndose.1 Sostienen que como el semen los trae al mundo, les debe mantener vivos y preservales de la muerte; y cuando muere un hombre piensan que el semen germina e incluso vuelve de nuevo a la tierra 2 y aparece en forma de hombre blanco o de alguna otra cosa, frecuentemente una «estrella».* Ashley Montagu, Hombre, sexo y sociedad, p. 240, 241 |
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