Todos los cristianos primitivos creían firmemente en la llegada inminente del fin del mundo, y este era el principal escollo con el que chocaba la fantasía de la reencarnación. Orígenes lo exponía así: Y como quiera que, según la autoridad de las Escrituras, es inminente la consumación del mundo y entonces esta condición corruptible se transformará en incorruptible (1Co 15.53), no parece dudoso que, en la condición de la vida presente, el alma no puede venir al cuerpo por segunda y tercera vez. Efectivamente, si se acepta esto, la consecuencia necesaria será que, al ir sucediéndose esos regresos al cuerpo, el mundo no conocerá un fin (Commentarium in Canticum, 2/5.24). |
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