martes, 10 de mayo de 2011

El Falo creador y el amor conyugal

Sermón del Papa Pablo VI sobre el matrimonio:(Sobre "Gaudium et spes", parte 2ª, capítulo 1º)

El matrimonio y la familia no son solamente obra del hombre; logro humano producido y dominado en su íntima esencia por las condiciones históricas y ambientales, y mutable como éstas. El matrimonio y la familia proceden de Dios, son obra de Dios y responden a un designio esencial, que él mismo trazó y que sobrepasa las mudables condiciones de los tiempos, persistiendo inmutable a través de ellos. Dios, por este medio, quiere hacer al hombre partícipe de sus prerrogativas más elevadas, de su amor a los hombres y de su poder creador de vida. Por eso el matrimonio y la familia tienen una relación trascendente con Dios: de Él proceden y a Él están encaminados; las familias se fundan y viven inicialmente sobre la tierra; pero están destinadas a reunirse en el cielo.
Por medio del matrimonio y de la familia, Dios ha unido sabiamente dos de las mayores realidades humanas: la misión de transmitir la vida y el amor mutuo y legítimo del hombre y la mujer, por el cual han sido llamados a completarse mutuamente en una entrega recíproca no sólo física, sino sobre todo espiritual. O, mejor dicho, Dios ha querido hacer partícipes a los esposos de su amor, del amor personal que Él tiene a cada uno de ellos, y para lo cual los llama a ayudarse y entregarse mutuamente para conseguir la plenitud de vida su personal; y
del amor que tiene a la humanidad y a todos sus hijos, y por ello quiere multiplicar los hijos de los hombres para hacerlos partícipes de su vida y felicidad eterna.
Nacido del amor creador y paternal de Dios, el matrimonio encuentra en el amor humano, que corresponde al designio y a la voluntad de Dios, la ley fundamental de su valor moral, en el amor mutuo de los esposos, en virtud del cual cada uno se compromete con todo su ser a ayudar al otro a ser como Dios lo quiere; con el deseo común de interpretar fielmente el amor de Dios creador y padre, engendrando nuevas vidas.
La misión recibida de Dios de interpretar su amor creador y paternal exige hoy a los esposos un crecido conocimiento de su responsabilidad, humana y cristiana, en la transmisión de la vida.

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