El autor (o autores) de las cartas paulinas no creía en la resurrección del cuerpo, puesto que él distinguía el cuerpo espiritual (el alma o semen), del cuerpo físico o terrenal, y era el primero el que resucitaba o renacía (1Co 15.44), y puesto que la carne no sirve para nada (Jn 6.63), la negación de la reencarnación equivalía a la negación de la resurrección de la carne. Además, en las epístolas paulinas, a los nacidos según la carne se contraponen explícitamente los nacidos según el espíritu (Gál 4.29) y solo estos podían ser hijos de Dios (Ro 8.16; 9.8), una prueba evidente de que el Hijo de Dios nunca nació según la carne. |
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