Del espíritu o semen no podía nacer el espíritu (Jn 3.6) si antes no moría y se convertía en carne. El espíritu nacía de la tierra, es decir, de la carne, no del espíritu, y lo que nacía de la tierra, de tierra es, qui est de terra, de terra est (Jn 3.31). El seno materno es respecto del semen viril como la tierra en orden a la semilla (Santo Tomás, Suma Teológica, Spl q52 a4). Cristo no nació nunca ni de semen viril ni de un vientre materno, es decir, de la tierra, porque si hubiera nacido de la tierra sería terrenal, algo que negaban rotundamente todos los cristianos y sobre todo los cristianos perfectos (Mt 5.48, 1Co 2.6), es decir, los gnósticos. |
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