domingo, 27 de febrero de 2011

Si, lo quiero!

Adoro tu pene 77










San Ireneo, Adversus haereses, IV, 31

Ciertamente aquellas hijas decían esto pensando según la simplicidad e inocencia que todos los hombres habían perecido, del mismo modo que los Sodomitas, y que en toda la tierra había sobrevenido la iracundia de Dios. Por lo cual ellas fueron excusables, juzgando que se habían quedado solas con su padre para la conservación del género humano, y por eso abusaban del padre. Pero por las palabras de ellas era significado que no había ningún otro que pudiera dar generación de hijos a las sinagogas mayor y menor, que nuestro Padre. Ahora bien, el Padre del género humano es el Verbo de Dios, del mismo modo que lo enseña Moisés diciendo: «¿No es este mismo tu Padre que te poseyó, y te hizo y te creó?» (Deut 32.6). Así pues, ¿cuándo Éste derramó en el género humano el semen vital, esto es, el Espíritu de remisión de los pecados por el cual somos vivificados? ¿Acaso no fue entonces cuando comía con los hombres y bebía vino en la tierra? En efecto, dijo: «Vino el Hijo del hombre, que come y bebe» (Mt 11.19), y cuando se hubiera recostado, se durmió y cogió el sueño. Como Él mismo dice en David: «Yo dormí y cogí el sueño» (Sal 3.6). Y puesto que en nuestra comunicación y vida hacía esto, otra vez dice: «Y mi sueño se me hizo suave» (Jer 32.26). Pero todo era significado por Lot, porque el semen del Padre de todos, esto es, el Espíritu de Dios, por el cual fueron hechas todas las cosas, se mezcló y unió con la carne, esto es, con su plasma (materia): por esta mezcla y unión la dos sinagogas, esto es, las dos congregaciones fructifican de su Padre hijos vivos para Dios vivo.

Adoro tu pene 76