domingo, 6 de febrero de 2011

Clemente de Alejandría, El Pedagogo, 1.42

¡Oh maravilloso misterio! Por una parte, uno el Padre de todos, y por otra, uno el Logos de todos, y el Espíritu santo uno y el mismo en todas partes, y una (μία) única virgen ha llegado a ser madre (1). A mí me gusta llamarla Iglesia. Leche no tuvo esta madre única, porque es la única que no llegó a ser mujer, pero al mismo tiempo es virgen y madre. Por una parte, pura como virgen, por otra, amorosa como madre. Y llama a sus niños para amamantarlos con la leche santa, con el Logos infantil (2). Por lo cual no tuvo leche, porque la leche era este niño hermoso y apropiado: el cuerpo de Cristo. Con el Logos alimenta al joven pueblo, que el mismo Señor dio a luz con dolor de parto carnal (cf. Jn 16.21), que el mismo Señor envolvió en pañales con sangre preciosa (1Pe 1.19). ¡Oh santos partos! ¡Oh santos pañales! El Logos lo es todo para el infante, y padre y madre y pedagogo y nodriza. Comeréis, dice, mi carne y beberéis mi sangre (cf. Jn 6.53,54). Estos los apropiados alimentos que el Señor nos suministra, y carne da y sangre derrama. Y nada falta a los niños para que crezcan.

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