En efecto, al igual que, mientras que los vivientes compuestos nacen y mueren, el alma, que es la generadora primera (cf. semen=alma primera, πρώτην ψυχήν, Aristóteles, Sobre el alma I 405b, Platón, Timeo 34c), es por sí misma no engendrada e incorruptible, así también, mientras que los seres que participan del alma sufren y no tienen de forma absoluta la vida y el ser, sino que están ligados a lo indefinido y a la alteridad de la materia, el alma en sí misma es inmutable, pues por esencia es superior al padecer, sin obtener la pasibilidad como una voluntad inclinada en los dos sentidos, ni la inmutabilidad como advenidiza en una participación de su estado o potencia.
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