sábado, 12 de marzo de 2011

Voltaire, Diccionario filosófico: Cabrón

Los judíos imitaron bastante estas abominaciones. Jeroboán instituyó sacerdotes para el servicio de sus becerros y de sus cabrones (2Cr 11.15). El texto hebreo pone expresamente cabrones. Pero lo que ultrajó la naturaleza humana fue el brutal extravío de algunas judías que estuvieron apasionadas por los cabrones y de los judíos que se aparearon con las cabras. Fue necesaria una ley expresa para reprimir esta horrible torpeza. Esta ley fue dada en el Levítico (17.7), y es expresada en varias ocasiones. Al principio es una prohibición terminante de sacrificar a los velludos con los que se ha fornicado. Luego otra prohibición a las mujeres de prostituirse con las bestias, y a los hombres de mancharse con el mismo crimen (Lv 18.23). Finalmente es ordenado que cualquiera que sea hallado culpable de esta torpeza será condenado a muerte con el animal del cual se haya abusado. El animal es reputado tan criminal como el hombre y la mujer; y se dice que su sangre caería sobre todos ellos (Lv 20 15,16, Ex 22.19, Dt 27.21).
Es principalmente de cabrones y de cabras de lo que se trata en estas leyes, que llegaron a ser desgraciadamente necesarias para el pueblo hebreo. Es con los cabrones y con las cabras, los asirim, con los que se dice que los judíos se prostituían: asir, un cabrón y una cabra; asirim, los cabrones y las cabras. Esta fatal depravación era común en muchos países cálidos. Los judíos entonces erraban en un desierto donde no se podía apenas alimentar más que cabras y cabrones. Es bien sabido cuánto este exceso ha sido común entre los pastores de la Calabria y en muchas otras comarcas de Italia. Virgilio incluso lo menciona en su tercera égloga: el verso
Novimus et qui te, transversa tuentibus hircis
Sabemos lo que te.., mirándote de través los cabrones

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